EL MERCADER
Yo soy como un mercader, que vendió todo su placer, vendió toda su alegría, mas nunca pudo vender todo el dolor que tenía.
Quería vender su mar; con el importe del mar pensó comprar el rocío, para luego poner un puesto de ríos.
Y pensó vender sus ríos; con el importe de espumas quería comprarse un árbol para luego poner un puesto de pájaros.
Y pensó vender sus pájaros, porque quería comprarse un lago de agua serena, para luego poner un puesto de estrellas.
Con estrellas compró nanas, con nanas, risas y mayos, con mayos, rosas y sol, y luego con sol y rosas, amor.
Qué mal pagaron su amor. Le dieron dos desengaños como dos tristes monedas; compró llantos y puso un puesto de penas.
Nadie quería sus penas; se tornó su mercancía soledad, cansancio y nieve; compró fríos y puso un puesto de muerte.
Nadie quería su muerte. Para no morir de hambre se fue comiendo su muerte y un mal día se murió, sencillamente.
Yo soy ese mercader que vendió todo su placer, vendió toda su alegría, mas nunca pudo vender todo el dolor que tenía.
¿Mi mercadería...? Vendo primaveras por cinco centavos, y compro ilusiones por lágrimas nuevas. y cambio alegrías por un buen consejo, y regalo consejos para las tristezas.
Compro un árbol, un buen lote de estrellas, y una luna sin peso a cambio de un buen charco; y compro a cambio de un buen aire una capa de mayo. Compro el mar, el cielo, la tierra, la rosa, la risa sin causa y el minuto feliz: compro todo, todo, menos esa amarga, negra mercancía que llaman morir; que esa mercancía, desgraciadamente, la tengo comprada desde que nací.
Vendo mi caballo cargado de auroras, mi barca sin rumbo, mi parte de abril. Vendo todo, todo, menos esta hermosa mercancía que llaman: amar y vivir; porque amar es cosa que se da o se roba, y vivir es cosa tan sólo de Dios; porque no hay quien sepa remendar la vida ni hay quien pueda tasar el amor.
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